viernes, 9 de octubre de 2009

LA NOVIA CAUTIVA de Lindsey J. Cap 31 al 36 final.

CAPITULO 31




Philip se detuvo en la entrada de la habitación, contemplando cómo dormía Christina.  Muchas veces había hecho lo mismo, pero antaño si lo deseaba podía hacerle el amor; y ahora lo deseaba.  Era tan bella, con los cabellos dorados extendidos sobre la almohada, en el rostro una expresión dulce e inocente.  Hubiera bastado que ella correspondiera a sus sentimientos para que él se sintiera el hombre más feliz de la tierra.

Se preguntó por qué no había bajado a cenar la noche anterior. Él estaba dispuesto a demostrarle que podía adoptar una actitud tan indiferente como la de la propia Christina; y se había propuesto consagrar su atención entera a Estelle.  La ausencia de Christina lo había decepcionado.  Estelle era una hermosa joven, pero no podía compararse con Christina... nadie podía compararse con ella. ¿Por qué tenía que ser tan falsa y perversa?

El pequeño Philip comenzó a llorar y Philip se escondió cm la puerta de modo que podía observar a Christina sin ser visto cuando ella entrase en su cuarto.  En efecto, Christina apareció en la habitación y a él le sorprendió ver que usaba la túnica negra que había confeccionado en Egipto. ¿Por qué no la había quemado?  Al parecer, a diferencia de lo que le ocurría a Philip, esa prenda nada representaba para ella.
Se acercó directamente a la cuna, los largos rizos dorados cayéndole en la espalda, y el pequeño Philip dejó de llorar apenas la vio.
-Buenos días, amor mío.  Esta mañana me has dejado dormir hasta tarde, ¿verdad?  Philip eres la alegría de mi vida. ¿Qué haría sin ti?
Philip se sintió reconfortado cuando vio cuán intenso era el amor de Christina por su hijo.  Pero le desconcertaba que ella hubiese dado al niño su mismo nombre.

Christina se volvió bruscamente, porque sintió la presencia de Philip en la habitación: pero nada dijo cuando lo vio junto a la puerta.  Se volvió hacia el pequeño Philip, lo retiró de la cuna y se sentó en una silla tapizada, con tela azul y puesta en el rincón del cuarto.  Se desabrochó lentamente el camisón.
El silencio de Christina irritó a Philip.  Prefería que ella le gritase y no que lo ignorase.
-No has necesitado mucho tiempo para perder nuevamente tu pudor -observó cruelmente.
-Philip, ayer aclaraste bien las cosas.  No puedo mostrarte nada que no hayas visto ya -dijo serenamente Christina, y sus labios dibujaron una semisonrisa que no se extendió a sus ojos tan azules.
Philip se echó a reír.  Esta mañana no conseguiría que ella perdiese los estribos.  Observó a su hijo que chupaba ávidamente el seno de Christina, y el espectáculo lo conmovió profundamente.  Eran su hijo, y la mujer que él aún deseaba.  Philip rehusaba aceptar la derrota.  Hallaría el modo de tenerlos a ambos.
-Tiene mucho apetito. ¿No necesitas una nodriza? -preguntó Philip.
-Tengo leche suficiente para satisfacer sus necesidades.  El pequeflo Philip está bien atendido -dijo ella con voz tensa.
Philip suspiró profundamente.  Aparentemente, no necesitaba buscar mucho para hallar una observación acre que la irritase... una sencilla pregunta producía ese efecto.
-No quise insinuar que no eres buena madre -dijo.  Más aún, Christina, diría que la matemidad te sienta.  Te has comportado muy bien con mi hijo -dijo Philip con voz serena, mientras acomodaba un mechón de los cabellos de Christina que se había desordenado, y al hacerlo lo acariciaba delicadamente entre los dedos.
-Gracias -murmuró ella.
-¿Dónde lo bautizaste? -preguntó Philip, de pasada.  No deseaba retirarse, y pensó que era necesario decir algo porque de lo contrario su presencia silenciosa acabaría por irritar a Christina.
-Aún no está bautizado -dijo Christina.
-¡Santo Dios, Christina!  Debieron bautizarlo un mes después de nacer. ¿Qué estás esperando? -estalló y rodeó la silla para enfrentarse a la joven.
-Maldito seas... ¡no me grites!  Sencillamente, no pensé en el asunto.  No estoy acostumbrada a tener hijos -replicó con la misma voz colérica, y sus ojos cobraron un tono azul zafiro.
Dando grandes zancadas, Philip llegó a la puerta de la habitación, pero se volvió para enfrentarse de nuevo a Christina, con el cuerpo tenso de cólera.
-Lo bautizaremos hoy... ¡esta mañana!  Prepárate y prepara a mi hijo porque saldremos dentro de una hora.
-Ésta es mi casa, Philip, no tu campamento en las montañas.  No puedes decirme qué debo hacer aquí.
-Prepárate, o yo mismo lo llevaré.
Dicho esto, se volvió y salió del cuarto.
Christina sabía que hablaba en serio.  Procuró tranquilizarse y terminó de alimentar al pequeño Philip; después, lo depositó en la cuna, llamó a una de las criadas y le ordenó que la ayudase a prepararse.  No podía confiar el niño a Philip... quizá no regresara.
Depositó sobre la cama la túnica y vio que era la prenda árabe, de lienzo negro.  Sin prestar mucha atención al asunto, se la había puesto cuando el pequeño Philip empezó a llorar.  Christina se preguntó si Philip habría advertido el hecho.  Pero no... probablemente ni siquiera recordaba la túnica; de lo contrario, habría formulado alguna maligna observación.
Christina se peinó y después eligió un sencillo vestido de algodón con mangas largas y cuello alto, una prenda adecuada para la ocasión.  Como disponía de tiempo, vistió con cuidado al pequeño Philip y una hora después descendió la escalera.
Philip esperaba solo, y tomó al niño de los brazos de la madre. -¿Dónde está John? -preguntó ella nerviosamente.
-Salió temprano esta mañana: fue a Halstead por asuntos de negocios.  Dijo que trataría de regresar antes de mediodía -replicó Philip y echó a andar hada la puerta.
-Pero... no iremos solos... ¿verdad?
-Oh, vamos, Christina -dijo él riendo-.  No volveré a raptarte, si eso es lo que te inquieta.  Aunque a decir verdad la idea me pasó por la mente.
-¡Oh!- Christina pensó irritada: «Qué fácil es mentir para este hombre.» -Philip, la próxima vez que proyectes un rapto, ¡tu víctima probablemente será Estelle! -replicó Christina.
 -Caramba, Christina, a decir verdad pareces celosa -se burló él.
-¡No estoy celosa! -dijo secamente Christina-.  Al contrario, agradezco que desvíes en otra dirección tus atenciones.
No les llevó mucho tiempo llegar a la pequeña iglesia cercana a Wakefield.  Christina esperó en el carruaje abierto mientras Philip entraba en la iglesia para comprobar que el sacerdote estaba disponible.  Regresó poco después y la ayudó a descender del carruaje.
-¿Todo está arreglado? -preguntó ella cuando Philip volvió a apoderarse del pequeño.
-Sí.  Llevará sólo un minuto -respondió Philip y escoltó a la joven hacia el interior de la iglesia pequeña y sombría.
Un hombre grueso, de baja estatura, los esperaba al extremo del corredor y Philip le entregó al niño.  El pequeño Philip no lloró cuando sintió el agua en la frente, pero Christina ahogó una exclamación cuando oyó las palabras pronunciadas claramente en la sala oscura. -Yo te bautizo... Philip Caxton, hijo.
Philip recuperó a su hijo y tomó del brazo a Christina para acompañarla fuera de la iglesia.  Ella nada dijo hasta que estuvieron en el carruaje y el cochero inició el camino de regreso a la Residencia
Wakefield.
-¡No tenías derecho de hacer eso, Philip! -exclamó Christina, mirándolo con ojos hostiles.
-Todo el derecho del mundo... soy su padre -sonrió Philip.
-No eres su padre legal... no estamos unidos. ¡Maldito seas!  Se llama Philip Junior Wakefield según se lee en su partida de nacimiento.
-Christina, es muy fácil cambiar eso.
-Primero tendrás que encontrar el documento original. ¡Es mi hijo, y llevará mi nombre, no el tuyo!
-Y cuando te cases, ¿le darás el nombre de tu marido?
-En realidad, no he pensado en ello, pero si Tommy desea adoptarlo, sí, llevará su nombre.
-No permitiré que ese joven vanidoso críe a mi hijo –replicó Philip con el ceño fruncido.
-Philip, nada tendrás que ver en eso.  Además, Tommy será un buen padre.
Pero Christina no creía realmente en sus propias palabras.
-Veremos -murmuró Philip, y ninguno de los dos volvió a hablar durante el resto del viaje de regreso a la Residencia Wakefield. John los recibió en la puerta, y su rostro expresaba profunda irritación.
-¿Dónde demonios estuvisteis? ¡Me sentí muy inquieto!
-John, fuimos a bautizar a Philip Junior.  No había motivo para preocuparse -replicó Christina.  Miró inquisitivo a Philip, que se echó a reír.
-¿Por qué no dijisteis a nadie adónde íbais?  Cuando volví a casa descubrí que habíais salido y que os habíais llevado al niño, pensé que...
-Sabemos lo que pensaste, John -rió Christina--.  Pero como ves, te equivocaste.  Lamento que te hayas inquietado... no volverá a ocurrir.
Christina subió al primer piso para acostar al pequeño Philip.  Después de cambiarlo, cerró las puertas de la habitación, de modo que nadie lo molestase y más tarde fue a su propio cuarto para quitarse el sombrero.  A través de la puerta abierta Christina oyó los movimientos de Philip que entraba en su habitación.  Su voz llegó claramente a los oídos de la joven, y lo que oyó la indujo a permanecer inmóvil, sin hacer el más mínimo gesto.
-¿Qué haces aquí?  Tu hermana se enojará mucho si te encuentra en el dormitorio de un caballero.
-Philip, no es necesario que actúes así.  Seguramente estás acostumbrado a recibir damas en tu dormitorio -dijo amablemente Estelle-.  He esperado aquí para hablarte a solas. ¿Por qué no cierras la puerta y te sientas?  Estarás mucho más cómodo.
-No será necesario... no permanecerás mucho tiempo en este cuarto, Estelle, no deseo que me pidan que abandone la casa sólo porque a ti te interesa jugar a ciertos juegos.
Christina no quiso escuchar más, pero en verdad no atinó a reaccionar.

-¡Philip Caxton, no estoy haciendo juegos!  Vine a buscar una respuesta. ¿Aún amas a Christina? ¡Tengo derecho de saberlo!
-¡Amor! ¿Qué tiene que ver el amor con esto?  Hace un tiempo la he deseado, del mismo modo que te deseo ahora -dijo Philip, y en su voz profunda no había sentimiento alguno.
-Entonces, ¿ella nada significa para ti ahora? -preguntó Estelle. -Christina es la madre de mi hijo... eso es todo.  Y ahora, Estelle, debo pedirte que salgas, antes de que alguien te encuentre aquí.  La próxima vez que desees hablarme a solas busca un lugar más apropiado.
-Lo que tú digas, Philip -replicó Estelle con una risita, era evidente que se sentía muy complacida consigo misma. -¿Te veré a la hora del almuerzo?
-Bajaré dentro de algunos minutos.
Christina se sentó en el borde de la cama; sentía que le habían hundido un cuchillo en el corazón.  Un rato antes tenía apetito, pero ahora la idea de comer le parecía insoportable. ¡Necesitaba marcharse!
Se quitó el vestido, se puso el traje de montar y descendió de prisa la escalera.  Un momento después, salía de la casa.
Tras ordenar a un caballerizo que ensillara a Dax, esperó impaciente

  Después descendió por el sendero que conducía a los campos abiertos y al fin prorrumpió en llanto.
El viento se llevó las lágrimas de sus ojos cuando Christina obligó a Dax a correr cada vez más velozmente.  De los cabellos se desprendieron las horquillas, y los mechones cayeron sobre su espalda, flotando en el aire.  Deseaba terminar de una vez, pero de pronto recordó al pequeño Philip.  No podía abandonar a su hijo.  Tenía que afrontar el hecho de que aún amaba a Philip, pero jamás lo recuperaría.  Tendría que aceptar la situación y comprender que su hijo era el único motivo de alegría en su vida.  Tommy la amaba y quizá llegaría el día en que podría ser feliz con él.


Hacía dos horas que había oscurecido cuando al fin Christina llegó a la puerta principal y después de entrar se apoyó contra la hoja de madera, agotada.  Philip salió del salón, y en su rostro se veía una expresión irritada e inquieta; pero se tranquilizó y sonrió cuando vio a Christina. John y Kareen estaban detrás de Philip.  Kareen preocupada y John dominado por la cólera.
-Christina, ¿dónde demonios has estado? –exclamó John-.  Dos veces en el mismo día te marchas sin decir palabra. ¿Qué te ocurre?
-¿El pequeño Philip está bien? -preguntó Christina.
-Muy bien. Johnsy mandó llamar a una nodriza al ver que tú no regresabas.  El niño estaba un tanto nervioso, pero ahora duerme.  Crissy, ¿estás herida? –preguntó John-.  Parece que te hubieras caído del caballo.
Christina examinó su propio aspecto.  Era una desastre.  Tenía los cabellos enmarañados, le caían sobre los hombros llegándole a la cintura.  El traje de montar de terciopelo verde estaba desgarrado en muchos lugares a causa de la desenfrenada cabalgada a través de los bosques.
Se apartó de la puerta y enderezó orgullosamente el cuerpo. -Estoy muy bien, John.  Sólo cansada y hambrienta.
Comenzó a caminar, pero John la obligó a volverse.
-Un minuto, joven.  No has contestado a mis preguntas. ¿Dónde has estado tantas horas?  La casa entera ha estado buscándote.
Christina vio la expresión divertida de Philip y se enojó.
-¡Maldita sea! John, ya no soy una niña... ¡puedo cuidarme sola!  Que me aleje unas pocas horas no es motivo que justifique despachar partidas encargadas de buscarme.
-¡Unas pocas horas!  Estuviste fuera todo el día.
-Estuve cabalgando... ¡eso es todo! ¡Y precisamente tú deberías saber por qué lo hice!
John sabía a qué atenerse.  Al parecer la presencia de Philip en la casa inquietaba a Christina más de lo que él había previsto.
-Crissy, quiero hablar contigo... a solas -dijo John.
-Esta noche no, John... ya te lo dije, estoy cansada.
John la acompañó hasta la escalera, para quedar fuera del alcance del oído de los presentes.
-Crissy, si Philip te inquieta tanto, le pediré que se marche.
-¡No! -gritó Christina, y después, en voz más baja-: John, no deseo que se vaya.  No puedo negarle el derecho de estar con su hijo.  He acabado por reconciliarme conmigo misma... en adelante podré soportar su presencia.
Abrigaba la esperanza de estar diciendo la verdad.
John volvió adonde estaba Kareen cuando Christina comenzó a subir la escalera.
-Ordenaré a un criado que le lleve una bandeja de comida, y le prepare agua caliente para darse un baño -dijo Kareen, que miraba inquieta a su marido-. ¿Has descubierto por qué salió esta tarde? -Lo sé -replicó John, mientras dirigía a Philip una mirada de desaprobación-.  Pero no sé qué hacer al respecto.

CAPÍTULO 32



Era el 5 de enero de 1885.  Los últimos siete días habían sido una sucesión de momentos de gran tensión para todos los ocupantes de la Residencia Wakefield, pero sobre todo para Christina.  Estelle la desairaba groseramente siempre que se encontraban y, por su parte, Phillip contemplaba el espectáculo con una sonrisa divertida.  Pero la cena era el momento más dificil.  El pobre john y Kareen ocupaban los dos extremos de la mesa y esperaban nerviosamente la explosión.  Christina y Tommy ocupaban un lado de la mesa y Tommy miraba irritado a Philip.  Philip y Estelle ocupaban el lado opuesto, y Estelle demostraba francamente su desprecio por Christina.  Parecía que todos estaban sentados sobre un barril de pólvora.
Philip había cambiado desde la desaparición de Christina, una semana antes.  Ya no disputaba con ella y, en cambio, la trataba con una actitud cortés y fría. jamás mencionaba el pasado y eso molestaba a Christina, que esperaba constantemente una observación mordaz que nunca llegaba.
No quería encontrarse a solas con Philip, pero esa situación se repetía siempre en la habitación del niño.  Christina insistía en que johnsy la acompañase, pero apenas aparecía Philip, johnsy formulaba una excusa fiítil y se alejaba de prisa.
Sin embargo, Philip parecía interesado únicamente en su hijo, y se mantenía a cierta distancia de Christina.  La veía bañar al pequeño Philip o jugar con él sobre la suave alfombra.  Pero cuando llegaba el momento de darle el pecho, Phillp se retiraba discretamente.  Esa actitud desconcertaba por completo a Christina.
Tommy era el peor de los problemas que Christina afrontaba.  Después de la llegada de Philip había adoptado una actitud muy exigente.  Continuamente pedía a Christina que fijase la fecha del matrimonio; pero hasta ahora ella se había negado a dar aquel paso.
Sin embargo hoy Christina había encontrado un motivo de alegría.
Kareen entró en el comedor cuando Christina tomaba un almuerzo tardío.
-Estelle al fin decidió volver a casa.  Ahora está en su habitación preparando las maletas -informó.
Christina nada dijo, aunque sentía deseos de saltar de alegría.
-Pese a que es mi hermana y a que la quiero mucho -continuó Kareen- no me importa reconocer que me alegro de que se marche.  Sin embargo, me gustaría saber por qué adopta esa actitud ... y ella no quiere decirme una palabra.  Ayer mismo intenté convencerla de que se alejase, y ella rechazó enérgicamente mi propuesta.  Esta mañana, fue a cabalgar con Philip, y cuando regresó, hace una rato, afirmó enojada que no pensaba permanecer aquí un minuto más.  Es mejor así, porque sé que le esperaba una gran decepción; de todos modos, aún no comprendo la verdadera situación.
Tampoco Christina sabía a qué atenerse.  Pero poco importaba por qué Estelle se iba... si realmente lo hacía.  Christina no tendría que sufrir la presencia de otra mujer que se asiera a Philip.  Aunque ahora que Estelle se iba, quizá Philip también se marchase.  De pronto Christina no se sintió tan feliz como antes.


Philip estaba recostado en la gran cama de bronce con las manos unidas en la nuca, escuchando atentamente los sonidos que venían de la habitación contigua.  Volvió los ojos hacia el antiguo reloj de la repisa de la chimenea.  Las diez menos cinco... no necesitará esperar mucho tiempo más.
Philip esbozó una mueca cuando recordó lo que había ocurrido aquella mañana.  Se había cansado del juego de Christina y Estelle, y había tratado de pensar en algún modo de terminarlo.  La audacia de Estelle había aportado la solución al problema.
Después del desayuno Estelle lo había arrinconado y le había pedido que la llevase a cabalgar.  Philip no vio motivos para negarse.  Christina estaba en el primer piso amamantando al pequeño Philip.  Pero después de alejarse un poco de la casa, Estelle había desmontado a la sombra de un gran roble.  Se había sentado bajo el árbol; se quitó el sombrero de montar, se soltó los espesos cabellos negros y con un gesto seductor invitó a acercarse a Philip.
-Estelle, monta tu caballo.  No tengo tiempo para juegos -había dicho Philip con voz dura.
-¡Juegos! -había exclamado Estelle.  Se puso bruscamente de pie y se enfrentó con él, con los brazos en jarras-. ¿Piensas casarte conmigo o no?
Philip se sorprendió, pero de pronto vio la solución de su problema. Podía terminar de una vez con el juego mediante una respuesta negativa.
-Estelle, no tengo la más mínima intención de casarme contigo y lo lamento si te induje a creer lo contrario.
-¡Pero dijiste que me deseabas! -replicó ella con voz colérica. -Tuve una razón egoísta para decirlo.  Además, era lo que tú querías oír.  Una sola mujer en el mundo me inspira deseos y sólo con ella quiero casarme.
-Y está comprometida con otro -rió amargamente Estelle.
Un momento después, la joven montaba en su caballo y galopaba de regreso a la Residencia Wakefield.
Esa noche, durante la cena, Philip comprobó que Tommy Huntington estaba muy nervioso.  El joven sabía que, cuando Estelle se hubiese marchado, Philip dispondría de más tiempo que consagrar a Christina.  Philip se preguntaba cómo hubiera reaccionado él si la situación hubiera sido a la inversa... Si el ex amante de su prometida hubiera vivido en la misma casa que ella habitaba, y él no pudiese evitarlo.
Bien, no compadecía a Huntington.  Más aún, odiaba al joven.  No podía soportar la idea de que Huntington muy pronto sería el marido de Christina.  Tendría el derecho de imponerse y hacerle el amor.  Philip trató de alejar esos pensamientos. ¡Ciertamente, no permitiría que las cosas llegaran a ese punto! ¡Y si Tommy Huntington ya se había acostado con Christina, lo mataría!
Saber que Christina dormía en el cuarto contiguo y que los separaba sólo un delgado tabique, era algo que ponía a dura prueba su voluntad.  Oír sus movimientos en el cuarto, escuchar su voz vibrante... no podría soportarlo mucho más.  Debía recuperarla antes del día de la boda, o volver a secuestrarla.  Prefería soportar su odio antes que vivir sin ella.
Finalmente, Philip oyó los movimientos de la criada que salía del cuarto de Christina.  Abrió la puerta de su propia habitación y vio que el corredor mal iluminado estaba vacío.  El dormitorio de John y Kareen estaba en el extremo contrario de la casa y Philip confiaba en que ellos ya estarían durmiendo.
Salvó los pocos metros que lo separaban de la puerta de Christina y la abrió sin hacer ruido.  La joven estaba bañándose frente al fuego vivo del hogar; no advirtió la presencia de Philip. Éste permaneció largo rato mirándola mientras Christina alzaba una esponja y dejaba correr el agua a lo largo del brazo.  Estaba de espaldas a Philip, y lo único que él podía ver era el suave perfil blanco de los hombros sobre el borde de la ancha bañera.  Tenía los cabellos sujetos en un rodete y las innumerables trenzas brillaban como oro líquido; la luz del fuego bailoteaba alrededor.
La toalla y la bata de Christina estaban sobre el taburete, cerca de la bañera.  Philip se acercó a ellas y las tomó.  Christina contuvo una exclamación.
-¿Qué haces aquí? -exclamó Christina, y se sumergió aún más en el agua.  Advirtió enojada la expresión divertida de Philip, y después vio que sostenía en la mano la bata y la toalla-.  Deja eso, Philip. ¡Ahora! ¡Y sal de aquí!
-¿Hablas de estas cosas? -preguntó él burlonamente, y las llamas se reflejaban móviles en sus ojos de matices dorados-.  Lo que usted diga, señora. -Arrojó las prendas a la cama, lejos del alcance de Christina.
Philip rodeó la bañera y se acercó a la silla que estaba en un rincón del cuarto.  Christina miró estúpidamente la bata y la toalla depositadas sobre la cama.  Luego volvió bruscamente la cabeza y miró hostil al hombre. Él había ocupado la silla y miraba a Christina; tenía las piernas abiertas y las manos entrelazadas, los antebrazos apoyados en los muslos.
-¿Qué demonios estás haciendo, Philip? ¡Maldito seas! ¿Quieres que te expulsen de esta casa? ¿Necesitas una excusa para irte, ahora que Estelle se ha marchado? ¿Se trata de eso?
Philip sonrió, sin apartar los ojos verdes del rostro irritado de Christina.
-Christina, no deseo salir de aquí, y si lo quisiera no necesitaría una excusa.  Si tienes la bondad de bajar la voz, nadie se enterará de mi presencia y no me descubrirán.
La confusión dominó a Christina.  Philip estaba oculto parcialmente por las sombras.  Pero Christina aún podía ver su expresión ardiente en los ojos.  La deseaba, de eso ella estaba segura, y un peculiar cosquilleo comenzó a recorrerle el cuerpo.  Lo deseaba con todo su corazón, pero sabía que ese amor duraría a lo sumo una noche.  Al día siguiente él se mostraría tan frío e indiferente como antes y ella no podría soportarlo.
-Philip, fuera de mi cuarto.  No tienes derecho a estar aquí. -Tina, esta noche estás muy bella -murmuró Philip-.  Podrías tentar a un hombre a hacer lo que quisiera... excepto abandonarte.
Rió de buena gana.
Ella se movió en la bañera.  No podía soportar la imagen de ese hombre, con sus cabellos muy negros y rizados, la camisa blanca y tersa abierta hasta la cintura, de modo que mostraba el pecho bronceado con los rizos de vello negro. ¡Era la tentación!  Christina tuvo que apelar a toda su voluntad para resistir, porque hubiera deseado abrazarlo así como estaba, empapada de la cabeza a los pies; ¡ansiaba hacer el amor!  Era lo que ella deseaba, y lo que él deseaba; pero ella no podía.  No podía soportar la idea de amarlo y después afrontar de nuevo su odio por la mañana.  Pasaron veinte minutos.  Philip nada dijo, y Christina tampoco habló.  Estaba de espaldas a Philip, pero sabía que él continuaba mirándola.
-Philip, por favor... el agua se enfría --rogó.
-Propongo que salgas de ahí -replicó él en voz baja. -¡Vete, así podré salir! -exclamó Christina.
-Tina, me sorprendes.  Te he visto en el baño cien veces... y siempre salías desnuda del agua.  Entonces no eras tímida; con que, ¿por qué finges serio ahora?  Una vez incluso hicimos el amor acostados sobre la tierra dura, detrás del estanque.  Ese día te acercaste y...
-¡Basta! -exclamó ella, descargando un puñetazo en el agua-.  Philip, no tiene sentido hablar del pasado.  Es asunto concluido.  Vamos, sal de aquí antes de que me enfríe.
-¿El embarazo y el parto perjudicaron tu cuerpo? -preguntó Philip-. ¿Por eso rehúsas mostrarlo?
-¡Claro que no!  Mi figura recuperó su forma anterior.
-Entonces, Tina, incorpórate y demuéstralo -murmuró él con voz ronca.
Christina casi cayó en la trampa; y en efecto, comenzó a incorporarse.  Pero después se hundió en el agua aún más que antes, y por lo bajo maldijo a Philip.  Las burbujas de jabón se habían disuelto y su cuerpo ahora era bastante visible.  La única esperanza de Christina era que él no se acercara. ¡Tenía que marcharse!  Si se atrevía a tocarla, ella bien sabía que estaba dispuesta a ceder.
En ese momento se oyeron pasos en el corredor y Christina se inmovilizó cuando oyó golpes suaves en la puerta.
-Christina, tengo que hablarte.  Christina, ¿estás despierta?
Christina volvió la cabeza para mirar a Philip, pero él continuaba tranquilamente sentado en su silla, y era evidente que le divertía el aprieto en que ella estaba.
-Tommy, por Dios, ¡vuelve a tu casa!  Estoy bañándome... te llamaré por la mañana -dijo Christina en voz alta.
-Esperaré a que hayas terminado -gritó Tommy.
-¡No, Tommy, no esperarás! -Estaba más temerosa que enojada-.  Es muy tarde.  Te veré por la mañana... ¡ahora no!
-Christina, maldita sea, ¡esto no puede esperar!  No soportaré que ese hombre continúe viviendo en esta casa. ¡Tiene que irse!
La risa profunda de Philip resonó en la habitación.  La puerta se abrió bruscamente, golpeando contra la pared y Tommy entró en el cuarto.  Philip continuaba refugiado en las sombras, y Tommy tuvo que mirar alrededor dos veces antes de verlo.
Indignado, Tommy apretó los puños junto a su cuerpo y miró a Christina, después a Philip y luego otra vez a Christina.  Antes de que ella pudiese decir nada, Tommy dejó escapar un grito y comenzó a acercarse a Philip.
Ella se puso de pie, salpicando agua sobre la espesa alfombra azul.
-¡Basta, Tommy! -gritó.
Tommy se detuvo.  Abrió la boca al verla, olvidando que Philip estaba en la habitación.  Pero Philip, que medio se había incorporado para afrontar el ataque de Tommy, miró sombrío a Christina.
-Siéntate, mujer -gruñó irritado Philip.
Ella obedeció inmediatamente, desbordando agua por los costados de la bañera y un intenso sonrojo le cubrió el rostro.
-¿Qué demonios hace aquí, Caxton? -preguntó Tommy.
-Tommy, no tienes por qué enojarte -trató de tranquilizarlo Christina-.  Philip vino aquí poco antes que tú... a hablarme de su hijo.  Cuando entró ignoraba que yo estaba bañándome.
-Entonces, ¿por qué está sentado ahí, mirándote mientras te bañas?  Christina, ¿cómo le permites entrar aquí? ¿O esto es una vieja costumbre?
-No seas absurdo.  Te digo que fue perfectamente inocente. ¡Dios mío!  Este hombre me ha visto en el baño den veces.  Como recordarás, Philip vino aquí por su hijo... no por mí.  Y ocupó esa silla sólo el tiempo indispensable para formularme unas pocas preguntas... eso es todo.  Tommy, no salí ni un segundo de la bañera.  Me vio únicamente cuanto tu absurda actitud me indujo a hacer un movimiento.
-¡Maldito sea, de todos modos no tiene derecho a estar aquí! -Baja la voz, Tommy, no sea que despiertes a John! -exclamó Christina.
-Despertar a John... es exactamente lo que me propongo hacer.
Caxton, no continuará aquí mucho tiempo.
Tommy rió amargamente y salió con paso rápido del cuarto.
-¡Mira lo que has hecho!  -exclamó Christina-. ¿Por qué no me dejas en paz?  Ahora John se verá obligado a pedirte que salgas de la casa.  Lo has hecho a propósito, ¿no es así?
-Christina, mi intención no era ser descubierto -replicó serenamente Philip-.  Es tu casa tanto como la de John.  No tendré que salir si tú no lo deseas.  Si quieres que nuestro hijo crezca sin conocer a su verdadero padre, tuya es la decisión.
Era la primera vez que Philip hablaba de «nuestro hijo» y Christina se sintió sorprendida y al mismo tiempo complacida de oírlo hablar así.
-De prisa... ¡entrégame la bata antes de que llegue John! -dijo Christina con voz apremiante-. ¡Bien, vuélvete, maldita sea!
-¡Oh, por Dios, Christina!
Pero Philip se volvió y se acercó a la ventana.
Christina abandonó la bañera y consiguió ponerse la bata sobre el cuerpo húmedo y ajustarla a la cintura, todo antes de que John entrase en la habitación, seguido a poca distancia por Tommy.
-Christina, ¿qué demonios ocurre? -preguntó John.
Philip se volvió, y Tommy lo miró con fiera expresión.
-Te dije que era verdad. John, es un insulto, y exijo que Caxton salga inmediatamente de esta casa! -explotó Tommy.
-Basta, Tommy.  Te pido que vuelvas a tu casa.  Yo atenderé este asunto -replicó John.
-¡No me iré!
-¡Tommy... vamos!  Deseo hablar a solas con Christina.  Haré todo lo que sea necesario.
Tommy se volvió y salió de la habitación.
-También yo me iré si usted desea hablar a solas -dijo Philip. -Sí -replicó secamente John-.  Por la mañana le informaré de mi decisión.

-Muy bien, por la mañana.  Buenas noches, Tina.
Philip cerró la puerta tras de sí.
Christina comprendió que él le pedía que lo defendiese para poder continuar con su hijo.  Aflojó un poco los músculos y se sentó al borde de la cama.
-Crissy, ¿cómo es posible que hayas permitido a Philip venir a tu habitación a esta hora de la noche? -preguntó John-. ¿Acaso tú y Philip habéis resuelto finalmente vuestras diferencias? ¿Se trata de eso?
-John, no sé de qué estás hablando.  Nada hay que resolver entre nosotros.  Lo que hubo terminó... y no se repetirá.  Y no invité a Philip a venir a mi habitación.  Sencillamente, entró y no quiso irse.
-¿Quizás él ... ?
Christina sonrió levemente.
-Philip se sentó en ese rincón mientras estuvo aquí, pero yo sabía que él me deseaba.  Y sé que no puedo impresionarte más de lo que ya hice hasta ahora si te digo que también yo lo deseaba... lo deseaba más que a nada en el mundo -murmuró, temerosa de que Philip la oyese desde su cuarto-.  Pero me he resistido, porque sabía que me querría sólo esta noche.  Mañana me habría odiado de nuevo.
-Pero Crissy, Philip jamás dejó de desearte.
-¡A veces sí lo ha hecho! -replicó ella con voz airada.
No tenía objeto discutir con Christina cuando se mostraba obstinada. John meneó la cabeza.
-Bien, Crissy, le pediré que se marche.  Si no hubiera sido Philip, a estas horas estaría muerto.
-John, no quiero que se vaya.
-¡Seguramente no hablas en serio!  Acabas de decirme que no podrás resistirlo si él... Crissy, esto volverá a ocurrir si él se queda aquí.
-John, esta situación no se repetirá.  Lo sé muy bien.  Y además, en adelante cerraré con llave la puerta.  Quiero que Philip se quede aquí hasta que esté preparado para irse.  No le negaré el derecho de conocer a su hijo.
-¿Y qué me dices de Tommy?  No comprenderá por qué Philip se queda en la casa. -John hizo una pausa, y meneó la cabeza-.  Crissy, la culpa es mía.  Nunca debí insistir en que te casaras con Tommy.
-Ahora eso no importa.  Por la mañana conversaré con Tommy.  Conseguiré que comprenda que fue un encuentro inocente.
-Dudo que lo crea. ¿Qué piensas hacer cuando te cases con Tommy? jamás permitirá que Philip ponga los pies en su casa.
-No lo sé.  Resolveré ese problema cuando llegue el momento.  Y cuando hables con Tommy dile que conversamos acerca de Philip junior.  Y que sí bien es una actitud un tanto impropia, tú olvidarás todo el asunto si no vuelve a repetirse.
-¿Es lo que le has dicho esta noche a Tommy?  No me extraña que se haya enojado tanto. ¿Crees que Tommy es tan ingenuo que puede aceptar eso?  No es tonto.
-Bien, tendré que insistir en que es verdad -dijo Christina-.  No quiero más choques entre Philip y Tommy.
-Trata de hablar con Tommy antes de que se cruce conmigo.  Por mi parte, yo no sabría cómo explicar la prolongación de la presencia de Philip en esta casa.  Yo mismo no sé muy bien a qué atenerme.
-John se acercó y besó suavemente la mejilla de Christina-.  Imagino que Tommy volverá temprano, de modo que es mejor que descanses un poco.  Buenas noches, hermanita.  Ojalá sepas lo que haces.
Christina sonrió levemente, pero no contestó a su hermano.  Cuando John se marchó, Christina paseó la vista por la habitación vacía y experimentó un sentimiento de pesar.  Se preguntó qué habría ocurrido si Tommy no hubiese entrado repentinamente.  Se puso el camisón, se acostó y un deseo ardiente la dominó... el mismo deseo que había experimentado tantas noches.  Deseaba a Philip... las manos del hombre amado acariciando su cuerpo, sus labios transportándola, la sensación de sus músculos tensos en la espalda cuando ella lo acariciaba.  De bruces y con el rostro hundido en la almohada, lloró en silencio por lo que nunca podría ser.



CAPITULO 33



El llanto estridente del niño despertó a Christina.  Ella tomó su bata y entró corriendo en la habitación de su hijo.  Miró alrededor para asegurarse de que Philip no estaba, y después se acercó a la cuna.  El pequeño Philip dejó de llorar cuando la vio, pero continuó moviendo los brazos y las piernas.  Christina tenía un hijo que dormía tranquilamente la noche entera.  Pero cuando llegaba la mañana no admitía esperas y se aseguraba de que su madre lo supiese.
Lo cambié y después se sentó en la mecedora para alimentarlo.  Mientras amamantaba al niño, Christina volvió a pensar en las palabras de Philip.  Nuestro hijo.  Lo había dicho con mucha naturalidad.  Ella siempre había pensado en el pequeño Philip como en su propio hijo o como en el hijo de Philip.
Volvió a poner al niño en la cuna y aproximó ésta a la luz del sol que entraba por la ventana.  Le acercó algunos juguetes para que se entretuviera mientras llegaba la hora del baño y después pasó a su propia habitación.  Tenía que prepararse para el encuentro con Tommy.
El pequeño reloj sobre la repisa de la chimenea indicaba que eran las siete y diez, pero Christina tenía la certeza de que Tommy llegaría de un momento a otro.  Decidió usar un vestido escotado de satén violeta, con mangas largas y ajustadas.  No era una prenda apropiada para usarla por la mañana, pero Christina confiaba en que así lograría distraer de su cólera a Tommy.
Christina decidió asegurarse los rizos con las horquillas tachonadas de rubíes, y ponerse los grandes aros adornados con pequeños rubíes.  No usó el collar que hacía juego, por temor que ocultase lo que ella deseaba que Tommy viera.  Después de mirar por última vez su imagen reflejada en el gran espejo, Christina llegó a la conclusión de que su apariencia era satisfactoria.
Christina descendió a la planta baja y se alegró de comprobar que Tommy aún no había llegado.  Por lo menos, podría desayunar en paz.  Fue directamente a la repisa del comedor colmada de fuentes de alimentos, y se sirvió un plato.  Como las fuentes estaban medio vacías era evidente que john y Phllip ya habían desayunado, y probablemente habían salido de la casa.
Tras concluir el desayuno, Christina se levantó para servirse otra taza de té.  Cuando se volvió, vió a Tommy de pie en el umbral.  Vestía un elegante traje de montar y en la mano derecha sostenía un látigo.  Como había previsto, los ojos castaños del joven se fijaron directamente en el ancho escote que apenas disimulaba los pechos grandes y redondos.
Ella sonrió con simpatía.
-Tommy, no te he oído llegar, pero no importa.  Ven y tómate conmigo una taza de té.
-¿Qué?
Finalmente él la miró en los ojos.
-Dije que te invito a tomar una taza de té.
-Sí. -Se acercó a Christina y sus ojos volvieron a posarse hambrientos en el busto de la joven-.  Christina, ¿cómo puedes llevar un vestido así por la mañana?  Es...
-¿No te agrada mi vestido? -Sonrió seductora-.  Me lo puse para ti.
Tommy se ablandó.  La atrajo y la abrazó.  Sus labios buscaron los de Christina, pero ella no sintió nada que se pareciese a una excitación especial.  No sintió la oleada de fuego que recorría su cuerpo cada vez que Philip la besaba.
-Crissy, es un hermoso vestido. -La apartó un poco y la miró de arriba abajo-.  No me importa que lo uses ahora que Caxton se ha ido.
-Tommy.
-Dios mío, Crissy, no sabes lo que he sufrido desde que vino ese hombre. ¡Un verdadero infierno!  No podía dormir ni comer, no podía hacer nada.  Mi único pensamiento era que había sido tu amante.
-Tommy.
-Pero ahora todo se arreglará.  Dime, ¿lo expulsó john anoche o se ha ido esta mañana?
-Tommy, Philip no se irá.
Él la miró como si hubiese recibido inesperadamente una bofetada en la cara, pero ella se apresuró a hablar.
-John me creyó cuando le dije que anoche no ocurrió nada.  Tommy, todo fue muy inocente... en efecto, no hubo nada.  Philip Caxton ya no me desea... ya viste cómo se comportó con Estelle.  No hay motivo para inquietarse.
-¡No hay motivo! -explotó Tommy.-  Estaba en tu cuarto y tú... ¡estabas desnuda! ¿Te parece que eso no significa nada?  Christina, no lo soportaré más aquí!. ¡No lo soportaré!
-Mira, Tommy, eso no está bien.  Philip tiene derecho estar aquí.  En esta casa está su hijo.
-¡Hablaré de esto con John! ¡Ese hombre no continuará en la casa contigo!
-¡Esta es mi casa tanto como la de John! -gritó Christina-.  Y yo digo que Philip puede permanecer aquí.
-¡Maldición!
Tommy descargó el látigo sobre la mesa.
-Tommy -dijo Christina-.  Philip está aquí sólo por su hijo... no por mí. ¿No comprendes?
-Entonces, ¿por qué demonios no le entregas a tu hijo? -No puedes hablar en serio -dijo Christina riendo. -Si todo lo que Caxton desea es tener a su hijo, entrégaselo.  De todos modos, nunca quise a ese mocoso -dijo Tommy con amargura-.  Christina, apenas nos casemos tendremos nuestros propios hijos. ¡Mis hijos!
Christina habló con voz pausada:
-Agradezco que me hayas dicho lo que sientes por el pequeño Philip antes de que nos casemos.  Ahora no habrá matrimonio.  Tommy, si no quieres a mi hijo, no puedo casarme contigo.
-¡Christina!
-No comprendes mis sentimientos hacia el niño, ¿verdad?  Tommy, es mi hijo, y lo amo con todo el corazón.  No hay poder en la tierra que me obligue a renunciar a él.
-¿Nunca has pensado en casarte conmigo, verdad? -gritó Tommy, el rostro rojo por la pasión.  Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Christina-. ¡Siempre has querido a ese hombre!  Bien, no lo tendrás, Christina. ¡Recuerda lo que digo! ¡Philip Caxton lamentará el día que entró en esta casa! !Y tú también lo lamentarás!
-¡Tommy! -gritó Christina.
Pero él salió de la sala, cerrando la puerta con un fuerte golpe.
Christina comenzó a temblar incontroladamente. ¿Qué podía hacer? ¿Qué se proponía hacer Tommy?  Tenía que encontrar a Philip y advertirle, pero no tenía idea del lugar en que se encontraba.
Christina subió corriendo la escalera.  Fue directamente a la habitación de Philip y cerró la puerta. «Lo esperaré aquí -pensó-. ¡Oh, Philip... por favor, date prisa! ¡Tommy ha enloquecido!»
Pasaron veinte minutos durante los cuales Christina se paseé de un extremo al otro del cuarto de Philip.  Le parecieron horas.  Continuó recordando lo que Tommy había dicho y cavilando acerca del sentido de sus palabras.  Cuando oyó pasos en el corredor, contuvo la respiración rogando que fuera Philip.  Cuando se abrió la puerta, casi se desmayó de alivio.
-¿Qué demonios haces aquí? ¿Intentas devolverme la visita que te hice anoche? -preguntó Philip fríamente.
Entró en la habitación y comenzó a quitarse la pesada chaqueta de montar.
Christina se sintió abrumada por la dureza de Philip, pero recordó la razón por la cual estaba allí.
-Philip, he venido a advertirte.  Tommy profirió amenazas contra ti, y se comportaba de un modo tan extraño que yo...
-¡Christina, no seas absurda! -la interrumpió Philip.-  Me pediste anoche que saliera de tu cuarto y ahora te pido que abandones el mío.  Tu hermano ha dicho claramente que no desea volver a vemos solos.
-¿Dijo eso?
-No exactamente, pero ése era el sentido -replicó Philip. -Pero Philip.  Tommy dijo que te pesaría haber venido aquí. Él... -¿Crees realmente que me importa en lo más mínimo lo que dice Huntington?  Te aseguro que puedo cuidarme a mí mismo. -Se apartó de ella, dejándola sumida en total confusión-.  Si tu joven amante intenta algo trataré de que no sufra demasiado.  Ahora, ten la bondad de salir de mi cuarto.
Christina asió el brazo de Philip y lo obligó a mirarla y sus ojos irritados se clavaron en los ojos verdes de Philip.
-¡Creó que quiere matarte! ¿No puedes meterte eso en tu dura cabeza?
-De acuerdo, Christina, es precisamente lo que me propongo hacer -dijo Tommy.
De pronto, Christina sintió que las náuseas la dominaban y percibió al mismo tiempo los músculos tensos del brazo de Philip.  Se volvió lentamente para mirar a Tommy, que estaba de pie en el umbral.  El recién llegado apuntaba a Philip con dos pistolas.
-Sabía que os hallaría juntos.  Bien, Christina, tu advertencia llegó un poco tarde.  Ahora nada podrá salvar a tu amante.
Emitió una risa breve.
Christina trató de hablar, pese a que le parecía que iba a desmayarse de un momento a otro.
-Tommy, ¡no puedes hacer esto! ¡Cometerás un asesinato!  Arruinarás tu propia vida.
-¿Crees que mi vida me importa en lo más mínimo?  No me importa lo que me ocurra, si él muere.  Y ahora morirá, Christina... ante tus propios ojos. ¿Crees que no sé que te acostaste con él mientras decías ser mi prometida? ¿Crees que soy tan estúpido?
-¡No es cierto, Tommy! -gritó Christina.  Avanzó para proteger con su cuerpo a Philip, pero él la apartó con un movimiento del brazo y Christina cayó en la cama.
-Christina, quítate del medio.  Esto tiene que resolverse entre Huntington y yo -dijo Philip con voz dura.
-Muy emocionante -dijo Tommy riendo-.  Pero mi propósito no es herir a Christina.
-¡Tommy, escúchame! -rogó Christina. ¡Tenía que detenerlo!  Se incorporó bruscamente y se enfrentó a Tommy con la respiración agitada-.  Iré contigo, Tommy.  Me casaré hoy.  Por favor, por favor, deja las pistolas.
-Mientes. ¡Siempre me has mentido!
-Tommy, no te miento. ¡Esto es absurdo!  No tienes motivo para sentir celos de Philip.  No lo amo.  No me desea, y yo no lo deseo. ¿Cómo podría amarlo después de lo que me hizo?  Por favor... ¡escucha mis razones!  Partiré hoy mismo contigo y no volveremos a mencionar este asunto. ¡Por favor, Tommy!
-¡Basta ya, Christina!  De nuevo te burlas de mí y no lo toleraré. ¡Siempre has querido a este hombre y no trates de decir lo contrario! -rugió Tommy, la cara contraída en una máscara de odio.-  Hemos sido novios y sin embargo jamás has permitido que te tocara; pero soportaste que él te pusiera las manos encima, ¿verdad? ¡Bien, ya es suficiente!  Christina, no lo tendrás... ni tendrás a su hijo. -Tommy volvió a reír cuando oyó la exclamación de Christina, pero mantuvo la vista fija en Philip, que no hacía un solo movimiento. ¿Crees que permitiré que ese mocoso viva para recordarte a este hombre?  No, Christina... ¡ambos morirán!  Tengo dos balas, una para cada uno.
-Tendrá que usar las dos conmigo, Huntington, e incluso así lo destrozaré.
La voz de Philip era serena, pero amenazadora.
-Lo dudo, Caxton... soy excelente tirador.  Mi primera bala le destrozará el corazón y me quedará una para matar a ese bastardo.
Christina no conservará nada de usted. -Hizo una pausa y miró el piso-.  Crissy, eras la mujer que siempre desee, pero te apartaron de mí.
Miró a Philip y sus ojos de nuevo mostraron una expresión extraviada.
Tommy alzó una de las pistolas y apuntó al corazón de Philip.  Christina profirió un grito escalofriante y se arrojó hada adelante en el mismo instante en que Tommy disparaba.  Philip había dado un paso al lado para esquivar la bala, pero pudo sostener a Christina en sus brazos cuando ella se desmayó; la sangre le brotaba de una herida en la cabeza.
Christina sintió que caía, en un movimiento lento, describiendo amplios círculos.  Frente a sus ojos todo se tiñó de rojo... y después la oscuridad se la tragó.
-Oh, Dios mío, ¿qué he hecho? ¡La he matado! -exclamó Tommy.
Había palidecido intensamente; profirió un grito que era casi un aullido y se volvió y descendió corriendo la escalera.  Pero antes de que llegase a la puerta principal John salió del comedor; detrás iban  Kareen y Johnsy.

-¡Tommy! -gritó John, impidiéndole el paso.  Tommy se volvió lentamente y John palideció al ver las dos pistolas en sus manos-.  Dios mío, ¿qué has hecho?
Tommy dejó caer las armas, como si le quemaran las manos.  Pero una pistola aún estaba cargada y cuando golpeó el suelo estalló con un estrépito horrible.  Del primer piso llegó un grito de angustia.  Tommy cayó de rodillas y las lágrimas comenzaron a brotar de sus
ojos.
-¡Ya está persiguiéndome! -exclamó Tommy-.  Oh, Dios mío, Crissy, no quería herirte.  Yo te amaba.
-Quédate aquí, Tommy -ordenó John con voz ahogada y comenzó a subir de prisa la escalera; las mujeres lo siguieron.
-¿Adónde voy a ir? -murmuró Tommy en el vestíbulo-. ¿Por qué no viene a buscarme Caxton? ¡Es necesario que se haga justicia!  Oh, Dios mío, cómo he podido ser tan ciego que no he visto cuánto le amaba... tanto, que se cruzó en mi línea de fuego para protegerlo.  No puedo soportar lo que he hecho... ¡Quiero morir!


CAPITULO 34



-Maldición, doctor, ¿por qué no despierta?  Ya van tres días, y usted dijo que no era más que una herida superficial... ¡ni siquiera era necesario vendarla!
John se paseaba por el dormitorio de Christina mientras el viejo doctor Willis cerraba su valijón.
-De acuerdo con lo que me informa el señor Carton, me temo que el problema de Christina es mental, no físico.  Cuando reaccionó del primer desmayo y escuchó el segundo disparo, imaginó que habían matado a su hijo.  No hay ninguna razón que le impida despertar... sencillamente, no lo desea.
-¡Pero tiene motivos fundados para vivir!
-Lo sabemos, pero ella no.  En definitiva, sugiero que usted se siente aquí y le hable... trate de arrancarla de la inconsciencia.  Y no se inquiete demasiado, John.  En el curso de mi vida profesional jamás he perdido a un pariente que muriese de mera obstinación.  Excepto su madre.  Pero ella tenía lucidez total y deseaba morir.  Hable con Christina.  Dígale que su hijo la necesita... dígale todo lo que pueda arrancarle de su sopor.  Cuando despierte estará perfectamente.
Cuando el doctor Willis se marchó, Philip entró en la habitación y se detuvo al lado de la cama.
-¿Qué dijo Willis? -preguntó Philip.
-¡Que no hay motivo que le impida despertar! ¡Sencillamente, no lo desea! -replicó irritado John-. ¡Maldita sea!  Está deseando morir de pena, exactamente como hizo nuestra madre.


Bien entrada la noche, después de que John hubiera pasado el día entero hablándole, Christina abrió los ojos.
Miró a John, que estaba sentado en una silla al lado de la cama y se preguntó por qué su hermano se encontraba allí, recordó lo que había ocurrido.
-¡Oh, Dios mío, no... no! -gritó histéricamente.
-Está bien, Crissy... ¡El pequeño Philip está perfectamente!  Vive y está sano. ¡Lo juro! -se apresuró a decir John.
-John, no... no me mientas -imploró Christina entre sollozos. -Lo juro, Crissy, tu hijo no sufrió el más mínimo daño.  Está en la habitación contigua y duerme.
Ella no podía dejar de llorar.
-¡Oí un disparo!  Lo oí perfectamente.
-Crissy, el disparo que oíste fue en la planta baja, cuando Tommy dejó caer las pistolas al suelo.  Nadie fue herido... el pequeño Philip está muy bien.
Christina apartó las mantas y comenzó a bajar de la cama.  Pero un dolor lacerante le atravesó la cabeza, de modo que tuvo que volver a acostarse.
-Deseo verlo personalmente.
-Muy bien, Crissy, si no me crees... Pero ahora siéntate sin hacer movimientos bruscos.  Has estado en cama tres días.
Finalmente John tuvo que llevarla a la habitación del niño.  La acompañó suavemente al lado de la cuna y la sostuvo para que no cayera.  Christina contempló a su hijo dormido.  Acercó la mano a su carita, sintió el aliento tibio y le acarició la mejilla.  El niño se movió y volvió la cabeza.
-Vive -murmuró complacida Christina.
John volvió a alzarla y la llevó de regreso a su lecho.  Christina volvió a llorar, pero esta vez de alegría.
-Crissy, ordenaré que te traigan de comer.  Y después debes descansar un poco más.
-Pero dijiste que había dormido tres días.  No necesito más descanso, John.  Deseo saber qué ocurrió -observó serenamente Christina.
-Uno de los criados de los Huntington me encontró en los establos.  Lord Huntington envió al muchacho con el fin de que me advirtiese que Tommy venía armado.  Oí el primer disparo antes de llegar a la casa.  Encontré a Tommy en el vestíbulo.  El segundo disparo fue accidental.  Tú gritaste y yo pensé que Tommy había matado a Philip.  Pero cuando subí vi que tú eras la herida.  Crissy... pensé que estabas muerta.  Pero Philip me aseguró que sólo te habías desmayado después de oír el segundo tiro.  Si no hubieses perdido el sentido hubieras sabido que el pequeño Philip estaba perfectamente.  El primer disparo no lo molestó, pero los ecos del segundo lo asustaron y gritaba con toda la fuerza de sus pulmones.  Ni siquiera Johnsy consiguió calmar su llanto.
-¿También Philip está bien?
-Sí.  Ambos habrían estado perfectamente si no te hubieses cruzado en la línea de fuego.  Crissy, sé por qué lo hiciste, pero me pareció que no era asunto mío decírselo a Philip.  Gracias a Dios, la bala solamente te rozó.
-¿Dónde está ahora Philip?
-Creo que abajo, emborrachándose, como hizo las últimas tres noches.
-¿Y Tommy... está bien?
-Creo que Tommy estaba más conmovido que todos los demás.  Creyó que te había matado.  Lloró como un niño cuando le dije que sólo te habías desmayado.  Pero me temo que lo han arrestado.  Después de todo, te disparó.
-Pero estoy bien... no fue más que un accidente. John, no quiero que lo retengan en la cárcel.  Tommy enloqueció porque rompí nuestro compromiso.  Quiero que obtengas su libertad... esta misma noche.
-Veré qué puedo hacer, pero primero te traeré de comer.


-Señorita Crissy, querida, despierta.  Aquí hay alguien que desea ver a su mamá.
Christina se movió en la cama y vio a Johnsy que sostenía en brazos al pequeño Philip.  Sonrió, pues incluso cuando lo acunaban el niño se movía inquieto.  Christina se desabrochó el camisón y comenzó a amamantar al niño mientras miraba a Johnsy, que mostraba evidente nerviosismo mientras ordenaba las cosas de la habitación.
-¿Qué te ocurre? -preguntó Christina.
-La verdad, me asustaste muchísimo... tres días completos en la cama.  Y para colmo, tu hermano me ordena venir a preguntarte si puedes ver al señor Tommy.  Si me lo hubiese preguntado, me habría negado; pero ya nadie me pregunta nada.
-Oh, Johnsy, deja de protestar.  Veré a Tommy apenas termine de alimentar al pequeño Philip.
-Quizá todavía no estés en condiciones de recibir visitas? -propuso Johnsy con cierta esperanza.
-No estoy enferma.  Ahora, continúa con lo tuyo y dile a Tommy que lo veré en seguida.

Un rato después Tommy llamó a la puerta cuando Christina regresaba de la habitación infantil, donde había dejado al pequeño Philip.  Christina abrió la puerta y vio que Tommy vestía ropas de viaje.  Lo invitó a pasar.
-Crissy, yo...

-Está bien, Tommy -interrumpió Christina-.  No tienes que decir nada acerca de eso.

-Pero deseo hablar -dijo Tommy, y tomó entre las suyas las manos de Christina-.  Lo siento mucho, Crissy.  Tienes que creerme.  De ningún modo quise lastimarte.
-Lo sé, Tommy.
-Ahora comprendo cuánto amas a Philip Caxton.  Hubiera debido comprenderlo antes, pero estaba obsesionado con mis propios sentimientos.  Cuando Caxton llegó a esta casa vi en él sólo a un rival.  Pero ahora sé que nunca fuiste mía... siempre fuiste suya.  Dile que lamento lo ocurrido.  Aún duerme; por eso no puedo decírselo personalmente.
-Puedes hablar con él más tarde.
-No, no estaré aquí.  Parto por la mañana. -Pero, ¿adónde vas?
-He decidido ingresar en el ejército -dijo tímidamente Tommy. -Pero, ¿y tus propiedades?  Tu padre te necesitará -dijo Christina.  Pero era evidente que Tommy ya había adoptado una decisión.
-Mi padre todavía es joven.  Aquí nada me retiene.  Lo mismo que tu, Crissy, he vivido aquí mi vida entera.  Es hora de que vea el mundo. -La besó en la mejilla y sus ojos castaños expresaron profunda amistad-. jamás encontraré a una persona como tú, pero quizás aparezca alguien.

-Así lo espero, Tommy.  Te lo digo de veras.  Y te deseo toda la suerte del mundo.

Cuando Tommy se marchó, Christina permaneció largo rato en el centro de la habitación.  Se sentía muy triste y solitaria, como si le hubiesen arrancado un pedazo del corazón.  El Tommy con quien acababa de hablar era el de siempre, el hombre a quien ella quería como a un hermano; y estaba segura de que en el futuro le echaría de menos profundamente.


CAPITULO 35



Philip despertó con un horrible dolor de cabeza.  La luz del sol que inundaba la habitación no aliviaba su malestar.  Presionó sus sienes con los dedos, para aliviar el sufrimiento, pero no sirvió de nada.  Examinó su propia figura; estaba completamente vestido, aunque le faltaba un zapato.  Gimió por lo bajo.
Anoche John le había dicho que al fin Christina había despertado. ¿O lo había soñado?  Bien, había un modo de comprobarlo.  Se puso de pie.  Un dolor agudo le atravesó de nuevo la cabeza y Philip se juró que no volvería a beber whisky por mucho tiempo.  Se salpicó agua sobre la cara y después permaneció inmóvil un rato, con las manos apoyadas en la mesa del tocador, hasta que el dolor se calmó un poco.
Después de un rato Philip pudo encender el fuego que no se había molestado en encender la noche anterior.  Se afeitó y se cambié de ropa.  Comenzó a sentirse otra vez casi humano y decidió que era el momento oportuno para ver a Christina.
Caminó los pocos metros que lo separaban de la habitación de Christina y entró sin llamar; la encontró sentada en la cama, ataviada con la túnica de terciopelo negro que cubría un camisón adornado con encaje blanco.  Los largos cabellos cubrían gran parte de la almohada y envolvían la cabeza con un bello halo dorado.
-¿Nunca llamas? -preguntó Christina secamente.
-De todos modos, me dirías que pasase, así que no vale la pena perder tu tiempo y el mío. -Philip cerró la puerta y ocupó la silla que John había acercado a la cama--.  De modo que al fin has despertado. ¿Qué demonios pretendes lograr durmiendo tres días y dejando a mi hijo a merced de una nodriza?
Por el tono de voz Christina no pudo decidir si Philip se burlaba o hablaba en serio.  Decidió atenerse a la segunda posibilidad y se irritó.
-Lamento que mi prolongado sueño te haya inquietado, pero yo he visto a mi hijo esta mañana.  Y creo que se arregló bastante bien.  Y puesto que parecen desagradarle las nodrizas, ¿puedes decirme, Philip, cómo te las arreglarás si acepto entregarte a mi hijo?
-¡Maldita sea, mujer! -rugió Philip, y emitió un gemido provocado por el sonido de su propia voz.
Christina comprendió lo que le pasaba y se hecho a reír. -¿Qué demonios te parece divertido? -Philip la miró con ojos irritados.
-Tú -dijo Christina mientras trataba de contener la risa-. ¿Qué te indujo a beber tanto tres noches seguidas?  Sé que te preocupó la posibilidad de perder al pequeño Philip, pero no tenías motivo para emborracharte.  Sabías que él no había sufrido el más mínimo daño.
-Estás aquí, acostada, inconsciente, y no sé si vivirás o morirás... ¿y me preguntas qué me indujo a beber?
-¿Qué te importa que yo viva o muera?  Estoy segura de que si yo no hubiese sobrevivido John te habría entregado el pequeño Philip.  Te habrá complacido mucho la perspectiva de obtener lo que deseabas.  Lamento haberte decepcionado.
Philip se recostó en la silla y miré fijamente a Christina.
-¡Debería desollarle viva a causa de esa observación!  Ah, demonios.- en fin... hubiera sido mejor esperar un poco antes de hacerte esta visita.  Era evidente que estabas muy conmovida porque tu amante se encuentra encerrado en la cárcel.
-¡Maldita sea, no fue mi amante! -observó irritada Christina-.  Señor Caxton, que quede claro que usted fue el único amante que yo tuve jamás.
-No es necesario gritar, ¡por todos los diablos! -gritó Philip.
 -¿No necesito gritar?  Yo diría que es el único modo de que me oigas.  Y además, Tommy ya no está en la cárcel.  Fue...
-¿He oído bien? -Philip la interrumpió, y sus ojos verdes se ensombrecieron.
-Me oíste bien -replicó Christina, sin hacer caso de la cólera de él-.  Tommy fue liberado anoche... respondiendo a mis insistentes ruegos.
-¡Por todos los santos! -estalló Philip, que había olvidado su dolor de cabeza--. ¿Y por qué intercediste y lograste que lo liberasen como si nada hubiese ocurrido?
-Su intención no fue matarme.
-¡Lo sé! ¡Quería liquidarme a mi ¡ ¿Se le ha ocurrido, señora, que quizá formule una acusación oficial?
-No lo hagas, Philip -dijo Christina en voz baja--.  Tommy lamenta lo que hizo.  Me pidió que lo disculpase ante ti. Él...
-¿Ya has hablado con él? -la interrumpió Philip.
-Sí.  Vino a verme esta mañana.
-Y ahora me pides por su libertad. -Philip se recostó en la silla como si un enorme peso lo apretase contra ella-.  Seguramente lo quieres mucho.
-Crecí con Tommy. Éramos íntimos amigos hasta que él decidió enamorarse de mí.  Pero yo no correspondía a ese sentimiento.
-¿Pero proyectabais casaros?
-Él pidió mi mano el primer día que volví a casa, y después, día tras día, hasta que ya no pude soportar más.  Lo rechazaba, pero él no estaba dispuesto a ceder.  Fui a Victory para alejarme de Tommy, pero cuando regresé a casa él volvió a insistir.  Pedí a John que tratase de apartar a Tommy, pero mi hermano prefirió apoyarlo.  Creí que no volvería a verte nunca, y por eso cedí.  Acepté casarme con Tommy porque todos querían que lo hiciera. Éramos amigos, y yo lo quería como amigo... Eso no ha cambiado.  Esta mañana, cuando vino a despedirse, había vuelo a ser el mismo de siempre.
-¿Despedirse?
-Sí, ingresará en el ejército.  Le echaré de menos.  Cuando rompí nuestro compromiso enloqueció de celos, pero ahora está bien. ¿Todavía deseas acusarle?
-No.  Si se ha ido, le deseo buena suerte. ¿De modo que para ti no era más que un buen amigo?
-Sí.
Philip comenzó a reír estrepitosamente.  Se inclinó hacia adelante, sin abandonar la silla.
-Te diré algo que debí decirte hace mucho tiempo.  Te amo, Tina.  Siempre te amé.  Creo que no vale la pena vivir la vida sin ti.  Deseo llevarte a casa conmigo... quiero que vayamos a Victory.  Pero lo comprenderé si te niegas; tengo que pedírtelo.  Y si aceptas, no te exigiré nada.  Sé que me odias por el sufrimiento que te infligí, pero lograré soportar tu odio mientras pueda convivir contigo.
Christina se echó a llorar.  No podía creerlo.
-Tina, no es necesario que me contestes ahora.
Ella abandonó de un salto la cama y se arrodilló frente a Philip.  Abrazó la cintura de Philip como si deseara no apartarse nunca de él.  Philip alzó el rostro de Christina y le acarició suavemente los cabellos, y la miró con expresión tierna y al mismo tiempo inquisitivo.
-¿Quieres decir que vendrás conmigo?
-Philip, ¿acaso pensabas otra cosa? ¿Cómo puedes creer que te odiara?  Te amo con todo mi corazón.  Creo que te quise desde el principio, pero lo comprendí sólo cuando Alí Hejaz me secuestró.  Habría continuado toda la vida en Egipto si no me hubieses arrojado de tu lado.  Y cuando ocurrió eso, sufrí muchísimo, hasta que supe que llevaba a tu hijo en mi vientre.  El pequeñío Philip me dio un motivo para continuar viviendo.
-Por favor, Tina, no me mientas.  No te expulsé del campamento. ¡Tú me abandonaste!
-Pero no miento, Philip.  Todavía tengo la nota que Rashid me entregó cuando tú saliste en busca del campamento de Yamaid Alhabbal.  Al principio no pude creerlo.  Pero cuando Rashid me dijo que tú deseabas casarte con Nura, acepté la situación y le acompañé.
-Tina, no escribí ninguna nota.  Fui al campamento de Yamaid para invitar a su tribu a nuestra boda.  Cuando volví...
-¡Nuestra boda!
-Sí... En realidad, había comenzado a creer que me querías realmente.  Deseaba casarme contigo para asegurarme de que jamás te perdería.  Nuestra boda tenía que ser una sorpresa.  Pero cuando volví, te habías marchado, y... déjame ver esa nota.
De mala gana, Christina se apartó de Philip y se acercó a su escritorio.  Del cajón superior extrajo el arrugado pedazo de papel y se lo entregó a Philip.
-¡Rashid! -rugió Philip después de ver la nota-. ¡Tendría que haberío adivinado! ¡Aunque sea mi último acto en esta vida, volveré a Egipto y mataré a ese bastardo!
-No entiendo.
-¡Rashid escribió esta nota!  Me dejó otra firmada con tu nombre, y en ella me pedías que no te siguiera.  Pensé que el último mes me habías engañado.  Creí que sólo fingías que eras feliz, con el fin de que te dejase sola para facilitar tu fuga.
-Philip, ¿cómo pudiste creer tal cosa? jamás me sentí tan feliz en mi vida como durante ese mes contigo.  No podría haber fingido esa clase de felicidad. -Sonrió afectuosamente y acarició la nuca de Philip-.  Pero, ¿por qué hizo esto Rashid?
-Seguramente concibió la esperanza de que yo iría a buscarte a Inglaterra y no regresaría.  Rashid siempre me odió por que yo era el favorito de nuestro padre, y porque me convertí en jefe de la tribu.  Para él, ser jeque era más importante que nada.  Yo entendía su situación y le permití hacer su voluntad en muchas cosas.  Pero llegó demasiado lejos para obtener lo que quería.  Planeé tu secuestro y mi muerte a manos del jeque Alí.  Cuando el hermano de Amine me revelé la verdad, busqué por doquier a Rashid, pero no pude hallarlo. Finalmente, renuncié a mis esfuerzos.  Por otra parte, no podía soportar la vida en aquel país, donde todo lo que veía evocaba tu recuerdo.  Pero no es posible perdonar a Rashid.  Por su culpa hemos perdido un año entero de mutuo amor.
-Habría sido bastante difícil durante algunos meses del año -rió Christina-.  Pero no importa... porque ahora nos tememos uno al otro, y para siempre. -Hizo una pausa-.  Pero, ¿qué me dices de Estelle?  Afirmaste que la deseabas.
-Sólo porque sabía que me escuchabas, querida. ¿Por qué crees que dejé abierta la puerta?
Philip se puso de pie y atrajo a Christina.  Se unieron en un beso apasionado y Christina creyó que el éxtasis la abrumaba.  Philip le sostuvo la cara entre las manos, y le besó los ojos, las mejillas y los labios.
-Tina, ¿te casarás conmigo? ¿Vivirás conmigo y compartirás siempre mi vida y amor?
-Oh, sí, amor mío, eternamente.  Y jamás volveré a ocultarte mis sentimientos.
-Tampoco yo los míos.
-Pero, Philip, hay algo que aún me desconcierta. ¿Por qué me trataste con tanta frialdad desde el momento de tu llegada a esta casa?
-Querida, porque vine para casarme contigo, pero en cuanto entré oí que aceptabas la propuesta de otro hombre.  La cólera me dominaba de tal modo que no pude ver claro.
-¿Estabas celoso? -preguntó Christina alegremente, mientras le acariciaba la mejilla con los dedos.
-¡Celoso! ¡jamás he sentido celos! -Philip se apartó y cerró con llave las puertas del dormitorio.  La atrajo bruscamente hacia él-.  Pero si te veo desviando los ojos hacia otro hombre, ¡te arrancaré la piel a tiras!
-¿De veras? -Ella pareció sorprendida.
-No -murmuró Philip.  Los ojos tenían una expresión maligna mientras la despojaba de la túnica negra-.  No abandonarás el lecho el tiempo necesario para darme motivos.


CAPITULO 36



Llevaban seis meses de casados, seis meses de felicidad.  Christina aún no podía creer que Philip fuera suyo.  Deseaba estar siempre cerca de su marido; tocarlo, oír las dulces palabras de amor que le colmaban de felicidad el corazón.
-¿Has olvidado la apuesta que hicimos anoche? -preguntó Philip cuando ella entró en el dormitorio con la bandeja del desayuno,.  Creo que apostamos una mañana acostados tranquilamente... y yo gané.
-Querido, no he olvidado nada, pero aún dormías cuando desperté.  Creí que podías desear un bocado que te ayudase a esperar el almuerzo.
-Es más probable que fueras tú quien deseara un bocado. últimamente estás comiendo muchísimo; empiezo a creer que te interesan los alimentos más que yo -se quejó Philip.  Recibió la bandeja de manos de Christina y la depositó sobre la mesa de mármol negro, frente al diván.
-Eso no es cierto, y tú lo sabes -dijo Christina, fingiendo enojo.
-Bien, no deberías haber traído tú la bandeja.  En adelante, que los criados se ganen su sueldo.
-Señor mío, usted sabe muy bien que no se permite a los criados entrar en el dormitorio cuando la puerta está cerrada.  Tú mismo diste la orden el segundo día de nuestra luna de miel.  Una criada vino a cambiar la ropa blanca y nos encontró en la cama.  Tu enojo asustó muchísimo a la pobre muchacha.
-Y tenía razón -sonrió Philip-.  Pero, ¿por qué te retrasaste tanto?  Estuviste fuera de la habitación casi una hora, y ya pensaba ir a buscarte.  Cuando gano una apuesta, pretendo que me la paguen del todo, y no sólo la mitad.
-Estos últimos meses, siempre que hemos jugado a póquer perdí; empiezo a creer que cuando me enseñaste el juego en Egipto, con toda intención me permitías ganar.
-En ese caso, no apuestes conmigo.  Pero ahora que las apuestas son interesantes, prefiero ganar.  Y es muy posible que tú prefieras perder.
-Te agradaría creerlo, ¿verdad? -se burló Christina, reclinándose en el diván forrado de terciopelo.
-¿No es así? -preguntó Philip, sentándose junto a Christina.
-Amor mío, no necesitas un mazo de naipes y un juego de azar para conseguir que yo pase la mañana en la cama contigo... o para el caso, el día entero.  Ya deberías saberlo.
-Tina, tantos meses creí que me odiabas, que ahora me parece difícil pensar que nuestra felicidad es real -dijo Philip.
Sujetó con las manos el rostro de Christina y la miró con profundo afecto a los ojos.
-Un hombre no tiene derecho a sentirse tan feliz como yo gracias a tu amor.  No puedo creer que seas realmente mía.
Christina se abrazó estrechamente a Philip.
-Tenemos que olvidar los once meses que estuvimos separados –murmuró- y olvidar las dudas que compartimos.  Fuimos unos tontos porque no confesamos nuestro amor.  Pero ahora sé que me amas tanto como yo te amo. Jamás, jamás te abandonaré.
Ella se apartó un poco y lo miró; y de pronto le brillaron los ojos. -Yo te diré una cosa, Philip.  Si otra mujer llegase a atraer tu atención, ¡lucharé por ti!  Me dijiste una vez que nadie te quita lo tuyo.  Bien, ¡ninguna mujer me quitará jamás lo mío!
-Qué mujer más impetuosa -sonrió-. ¿Por qué no me dijiste que serías una esposa celosa y posesiva?
-¿Lamentas haberte casado conmigo? -preguntó Christina.
-Conoces la respuesta a tu pregunta.  Ahora, dime por qué estuviste tanto tiempo abajo.  No estarás intentando alejarte de mi lecho, ¿verdad?
-Jamás haré eso.  Me detuve unos minutos para ver al pequeño Philip.  Estaba intentando caminar sin sostenerse en nada.  Y me agrada tanto verlo cuando hace eso.  Además, Emma me entregó una carta... de Kareen.
-¿Y quieres leerla ahora mismo?  Adelante -dijo Philip.
Christina sonrió y abrió la carta.  Después de leerla en silencio unos minutos, se echó a reír.
-Bien –dijo- ya era tiempo.
-¿De qué se trata? -preguntó Philip.
-Kareen tendrá un hijo.  Estoy segura de que John se siente muy feliz, e imagino que lo mismo podrá decirse de Johnsy.  Estaba muy conmovida cuando nos fuimos y nos llevamos a su hijo, como ella llamaba al pequeño Philip.  Se alegrará de que haya otro en la casa. -Es una buena noticia y me alegro por ellos.  Pero ya es hora de que ampliemos nuestra familia. -Philip sonrió perversamente-.  Y podemos empezar a trabajar en ello ahora mismo.
Él la alzó en brazos y la llevó al gran lecho de dosel, todavía desordenado después del descanso nocturno.  La besó tiemamente, y los labios blandos de Philip se movieron lentamente sobre la boca de Christina.  Le besó el cuello, los hombros, y después la depositó sobre la cama.
Los ojos verdes de Philip ardían de deseo.  Se quitó la bata de terciopelo y ayudó a Christina a desnudarse.  Ella abrió los brazos para recibirlo y los cuerpos de ambos se enlazaron estrechamente. Él volvió a besarla con ardor.
De pronto, él se apoyó en un codo y sonrió perezosamente a Christina.
-Me agrada la idea de tener una familia numerosa -dijo-.  No te opondrás a tener otro hijo cuando ha pasado tan escaso tiempo desde el último, ¿verdad?
-Debiste formularme esa pregunta hace un mes.  Ahora ya no hay alternativa.  Dentro de ocho meses nuestra familia aumentará -sonrió Christina.
-Pero, ¿por qué no me lo dijiste antes? -preguntó alegre Philip. -Estaba esperando el momento oportuno.  Ojalá esta vez tengamos una niña.
-No, no quiero.  Primero, tres o cuatro varones... después, podrás tener la niña que deseas.
-Pero, ¿por qué?
-Porque si nuestra hija se parece a ti, necesitará mucha protección en este mundo.
-Bien, esperemos y veamos.  Me temo que el asunto no depende de nuestra voluntad.
-Imagino que por eso comes tanto últimamente -dijo Philip-.  Bien, esta vez vigilaré personalmente tu embarazo.
Christina frunció levemente el ceño, y recordó qué proporciones había alcanzado su propio cuerpo la primera vez.  Pero Philip sonrió.
-En tu vientre crecerá nuestro hijo.  Y tú estarás más bella que nunca... si tal cosa es posible.  Te amo, Tina.
Philip la besó apasionadamente y los dos cuerpos se unieron en estrecho abrazo.  Las llamas ardientes del amor los envolvieron y Christina comprendió que siempre sería así entre ellos.  Sabía que su amor por Philip no se apagaría jamás.

 FIN


No hay comentarios:

Publicar un comentario